Cristo, Dalí y San Juan de la Cruz.

“Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas… Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios, y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en él”…»   San Juan de la Cruz. (Subida II, 22, 5-6).

“quiero que mi próximo cuadro de Jesucristo sea el mas hermoso de cuantos nadie hacha pintado hasta la fecha. Deseo pintar un cristo que sea la antítesis absoluta del Cristo materialista y salvajemente antimistico de Grunewald”.   Salvador Dalí

El espectador es un sujeto activo que está llamado a interactuar con el objeto plástico, necesita desplegar su conocimiento para descubrir las relaciones y significados que la obra reúne, sus lenguajes implícitos y explícitos, sus niveles de simbolización y la forma como éstos de conectan con el mundo de las representaciones culturales. El arte moderno exige una mirada compleja y completa, desde diferentes aristas. Exige al espectador un bagaje cultural para desentrañar aquello que el artista quiere plasmar.

En 1951 Salvador Dalí realizaba una obra famosa por su perspectiva y maestría técnica: El Cristo de San Juan de la Cruz. Obra que para comprenderla en su totalidad se necesita de ciertos conocimientos, que incluso para el español promedio de la época en que fue hecha no le eran del todo dominados.

En los años 40  (justo al inicio del régimen franquista) El pintor tiene una nueva etapa en su obra: la Mística-Clásica, donde el tema religioso será fundamental para Dalí, es aquí donde hace su obra mas profunda, simbólica y controversial.

la pintura que analizamos muestra a Jesús crucificado, tomado en perspectiva y visto desde arriba, cuya cabeza, mirando hacia abajo, es el punto central de la obra. La parte inferior del cuadro es un paisaje apacible, formado por la bahía de Port Lligat. Abajo a la derecha, dos pescadores se afanan en el pequeño puerto. Ambos inspirados en una pintura de Le Nain . Entre el crucificado y la bahía se interponen unas nubes de tonos místicos y misteriosos, iluminadas por el resplandor que emana de la cruz y de Cristo. La obra simboliza al Cristo Redentor. El fuerte claroscuro sirve para resaltar la figura de Jesús y provocar un efecto dramático.

Cristo es representado de forma humana y sencilla. Tiene el pelo corto, muy distinto a las representaciones clásicas de Jesús con el pelo largo, y tiene una posición relajada. El letrero en la parte superior de la cruz donde se dice que se colocaron las iniciales INRI, está representado con una hoja de papel pequeña y doblada. Dalí utilizó un trapecista profesional como modelo para pintar a Cristo. Cabe señalar que Cristo no está herido ni está clavado a la cruz; no hay llagas ni heridas ni mucho menos sangre. Parece que flota junto a la cruz.

Es un Cristo que llegaba al corazón de los hombres por medio de la belleza y no del sufrimiento, recurso habitual de la pintura religiosa .

Al exponerse en la galería Lefevre de Londres, en 1951, el cuadro fue criticado por quienes lo consideran falto de sentimiento religioso. Sin embargo, su alejamiento de la iconografía mas convencional, sumado a la humanidad con que se inviste a Cristo, convierten esta pintura en una de las mas admiradas de Dalí.

Esta incomprensión de la critica solo mostraba la ignorancia sobre las referencias de la obra, esa falta de sentimiento religioso que alegaban estaba muy alejado de la realidad, pues Dalí basa esta obra en el único dibujo conservado salido de los dedos del más importante de los santos y místicos españoles: San Juan de la Cruz.

San Juan de la Cruz (1542-1591) poeta y místico del siglo de oro español y primer Carmelita Descalzo, bajo la dirección de Santa Teresa de Jesús. Sus escritos son considerados como joya y misterio para  la espiritualidad cristiana. Su experiencia espiritual de un romanticismo y desolación impresionante lo hacen único. De esta experiencia se desprende un pequeño dibujo de Cristo Crucificado (su tamaño original es de 57×47 mm.) que San Juan elaboró durante su estancia como confesor en el Convento de la Encarnación de Ávila.

Es un dibujo único y genial que representa la imagen de Cristo muerto en la cruz, sus miembros descoyuntados, con las manos rasgadas en la abertura de los clavos por el peso del cuerpo inerte que cae hacia adelante, como desplomándose; la cabeza abatida sobre el pecho, lo que hace que el rostro apenas sea visible; la cintura, estrechísima, y las piernas encogidas por el peso del cuerpo que ya no pueden sostener. Y todo ello visto de lado, en escorzo, en perspectiva cónica oblicua, desde un punto de mira que está situado en el ángulo superior derecho, y que es, sin duda, lo más llamativo y original del dibujo, pues esa perspectiva oblicua, ese punto de vista obliga al pintor a romper los cánones de la estética y dar a la imagen escorzada unas nuevas proporciones.

La metáfora que encierra tanto la imagen original como la de Dalí es la misma (poco podría cambiar el sentido cuando Dalí se sentía la reencarnación del místico carmelita) lo cual habla de un buen estudio de las obras del Santo por parte del pintor surrealista.

La escena, que nos recuerda a Velázquez, es toda una referencia a la “Noche Oscura” de San Juan de la Cruz. Cristo colgado del madero, en esa soledad y en esa desnudez es camino y caminante en ese proceso espiritual de humanizar lo divino y divinizar lo humano.

El simbolismo que expresa la posición desde donde se contempla la escena es de un profundo contenido teológico y místico, expresa el profundo dolor del Padre ante el sufrimiento del Hijo («de mí se olvide mi diestra, / que es lo que en ti más amaba» Romance sobre el Salmo: Super flumina Babilonis, San Juan de la Cruz.), pero al mismo tiempo el cumplimiento de lo que estaba ya dispuesto para la unión del cielo y la tierra, es por ello que el espectador puede adentrarse a la casa del Padre y desde ahí ver al culpable de su glorificación.

El artista nos presenta una obra de rico contenido, donde el espectador debe ser capaz de leer todo el simbolismo que en ella habita so pena de parecernos a los críticos que desconociendo toda referencia la descalificaron.

Esta obra es solo un ejemplo de la compleja relación obra – espectador que cada día nos exige mayores conocimientos y bagajes culturales para saber leerla, entenderla y criticarla.

 

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